martes, 24 de enero de 2017

HISTORIA, JORNADA-MENÚ DE LA COCINA MADRILEÑA DIAS 21,22,27,28 Y 29 DE ENERO

LA GASTRONOMÍA DE MADRID
DIAS 21,22,27,28 Y 29 DE ENERO

MENÚ MADRILEÑO

ENTRANTES

COCIDO MADRILEÑO 

LECHE FRITA

HISTORIA DE LA GASTRONOMÍA DE MADRID

La gastronomía de Madrid no empieza a ser conocida hasta finales del siglo XVI cuando Felipe II instala la capital en la villa de Madrid.
Su base es la gastronomía castellana,  la cual es propia por su cultura y origen al común de las otras provincias de Castilla. En esta época empezó probablemente el estilo de mesón popular que hoy en día todavía permanece en la cocina madrileña, las gallinejeras friendo en la calle y las cantinas sirviendo vinos. Algunos de los mesones típicos de hoy en día datan del siglo XVIII: por ejemplo la Casa Botín, de rancio sabor castellano, se estableció como posada ya en el año 1725, o la Posada de la Villa, que data de 1642. De esta época cabe destacar el nombre de cocineros tales como Mateo Hervé y Juan Bautista Blancard.
El establecimiento de la Corte hizo que existiesen dos gastronomías: la cortesana y la popular.
La cocina de la corte hizo que apareciesen las lujosas cenas, además de nuevos ingredientes provenientes de las lejanas colonias, tal y como puede suponerse del chocolate (la corte del siglo XVIII se hizo pronto aficionada a este producto), el café, etcétera. En el año 1607 el comerciante Pedro Xarquíes vende nieve de forma exclusiva construyendo en la Glorieta de Bilbao unos depósitos subterráneos para almacenarla y poder ofrecer helados a la corte. La nieve era transportada mediante yeguas desde la Sierra de Guadarrama. La costumbre de gastar nieve se hizo popular en la Corte.
Aunque el pueblo pasa alguna carestía durante este periodo, la dieta era equilibrada en los casos de bonanza: el cordero fresco o salado, cocido con guisantes, habas y cebollas eran la alimentación corriente
 De esta época nace el uso de la olla podrida, que se convertiría con el tiempo en el famoso cocido madrileño.
LA ÉPOCA DE FONDAS
Con la caída de la casa real francesa muchos de los cocineros quedan sin profesión y pronto empiezan a abrir mesones y botillerías. Esta situación hace que empiecen a ofrecer servicios a la clase Burguesa emergente.
En esta época aparecen fondas como La Fontana de Oro (ubicada en Caballero de Gracia), La Gran Cruz de Malta, la de San Luis (en la calle Montera) y muchas otras que describe Mesoneros Romanos.
 El pescado no aparece en los platos de la época (con la excepción del bacalao en salazón), ya que los medios de locomoción no eran efectivos. Es por esta razón que en 1739 Manuel de Herrera pide a la Corte camino expedito y permisos especiales para transportar pescado fresco desde los puertos de BermeoCastro UrdialesSantoña y Santander.
Las fondas de la época no ofrecían buenas comidas a los extranjeros y de esto se quejaba ya Mariano Larra. La oferta gastronómica era mala y el servicio pésimo: «un mozo para cada sala y una sala para cada veinte mesas».
 No era costumbre de los madrileños asistir a las fondas a comer a mediados del siglo XVIII. A pesar de ello se mencionan la Fonda de Genieys (sita en la calle Jacometrezo), la Fonda de la Perona, la Fonda de los Dos Amigos y la Botillería de la Canosa (una de las más populares, ubicada en la carrera de los Jerónimos). Caso especial es la Casa Mingo del Paseo de la Florida.
Con la modernidad aparecen algunos de los primeros restaurantes de Madrid, como es el Lhardy, que abre sus puertas en 1839 y empieza a ofrecer comidas al estilo «francés» (anteriormente solo lo hacía la Posada Genieys, favorita de Larra y Espronceda).
 Posteriormente fueron abriendo otros locales similares.
 En 1873 el industrial Matías Lacasa, a la vuelta de un viaje a Viena, decide abrir una panadería en la calle Capellanes para distribuir el pan de Viena (una patente propia), naciendo de esta forma la cadena Viena Capellanes.
En 1906 abre la Casa del Abuelo, lugar típico del centro de Madrid. Es en esta época de finales del XIX cuando proliferan las botillerías en la Cava Baja. Era frecuente en las tascas el cartel que decía: «Las comidas están dentro, por el calor».
 
LA MODERNIDAD
Es de destacar que la Guerra Civil causó un antes y un después en la vida culinaria de la capital. Tras la contienda surge un fenómeno nuevo en las ciudades: las cafeterías, recintos donde se toman los cafés y los aperitivos con mayor celeridad que en los antiguos cafés, en los que era posible estar una hora con un café y una jarra de agua. La primera cafetería en Madrid fue California (situada en la calle de la Salud).
 Es famoso el primer salón de té abierto en Madrid: el Embassy, local con una actividad de espionaje durante la Segunda Guerra Mundial.
 Madrid disponía de dos grandes fábricas de cerveza: por un lado la de Mahou en la calle de Amaniel (1892–1899) y por otro la de El Águila en la calle del General Lacy (1900–1914) 

Ya a mediados del siglo XX, en el año 1939, el empresario Antonio Rodilla abre un establecimiento en una esquina de la plaza del Callao, con la idea es ofrecer a los transeúntes sándwiches. La tienda abre otras sucursales por Madrid, popularizando los sándwiches.
Igualmente lo hace la empresa familiar Ferpal en el centro. Lucio Blázquez inaugura Casa Lucio en 1975, llamado antes el Mesón Segoviano.
 A principios de los 80 empiezan a llegar las principales cadenas de comida rápida y abren en la ciudad diversos restaurantes.
Durante el siglo XX se van instalando, poco a poco, diversos restaurantes de comida internacional. Uno de los primeros restaurantes chinos fue House of Ming, que durante la década de los 60 abrió sus puertas en la Castellana
Hoy día Madrid tiene restaurantes de cocina regional española e internacional para cualquier presupuesto, desde los de alto prestigio a los populares, que ofrecen una envidiable relación calidad/precio en comparación con muchas capitales europeas. Madrid es un destino culinario internacional de primer orden, bien apreciado por el visitante extranjero, cuya única queja es el horario español para las comidas y las cenas, al abrir los restaurantes sus puertas dos o tres horas más tarde de lo acostumbrado en otros países europeos. Sin embargo, presentarse a almorzar a la una de la tarde y a cenar a las nueve suele ser garantía de encontrar mesa libre, ya que los madrileños comen fuera entre las dos y las cuatro de la tarde y cenan más bien a partir de las diez de la noche.